Aldi, a partir de esa época, se transformó en una atracción turística y cuando cumplió dos años, sus padres cuentan que se volvía loco, gritaba y pegaba si no le daban dos cajetillas diarias.
Su padre, quien lo incitó al vicio y se gasta cinco dólares diarios para pagar por los cigarros del niño, insiste en que su hijo está sano. Ahora, la Comisión de Protección de Menores de Indonesia lo ha sometido a una terapia de rehabilitación.
Lamentablemente, la compulsión desmedida de Aldi lo ha llevado a cambiar un vicio por otro. Ahora saborea la comida chatarra y, con 5 años de edad, pesa más de 25 kilos.
Aldi “fumador empedernido”: